Esperanza es aquello que tienes cuando has idealizado una época repetida durante todos los años y que satisface todos los momentos esperados, o la mayoría de los vividos durante esa época. Esas esperanzas se han visto cumplidas sucesivamente con la llegada de la cita anual, unas veces más y otras menos pero siempre se resolvían satisfactoriamente. Este año han sido escritas en minúscula, no han llenado el alma de aíre puro y margaritas como los campos en primavera como ha sucedido otras veces. Este año han sido descafeinadas. Ha habido momentos, nuestros momentos en los que el mundo se ha detenido porque nada importaba más que tú y yo, interrumpidos por algún espectador insolente o envidioso por captar nuestra cercanía placentera ignorando lo que nos rodeaba, al ver la fusión de nuestras ojos en el mismo mar y querer nadar en él, pero sin saber que ese agua está reservada a nosotros.
¿Por qué me valoro tan poco? Siempre estoy debajo de ese nubarrón que pesa y me graniza rompiendo y empapando mis virtudes y dones. Tú quieres y te acercas, y me hablas y me miras diciéndome, en silencio, en un idioma que sólo conozco yo, ven aquí a mí lado, háblame, mírame, piérdete conmigo.... Pero mi acomplejada autoestima y mi raciocinio pueden más que tú mirada, más que tus aguas, más que tú mar en el que me quiero perder. Y hago caso omiso a esa mirada, a esa voz que sólo se dirige a mí, a ese idioma que sólo entiendo yo.
Ha sido una cita desperdiciada, vivida sin pena ni gloria comparada con otras anteriores. El año que viene será mejor, seguro. Pero hasta entonces habrá muchas otras, aunque no tan especiales cómo las de esta cita señalada donde siempre nuestros momentos son los protagonistas: mí miedo, tú pelo, mis ganas, tú sonrisa, mi alegría, tus roces, mí temor, tus besos, tú mirada, tú cercanía, tus ganas ..., mi cobardía.
Las esperanzas siempre están ahí, esperando los momentos futuros en los que tal vez puedan salir vencedoras.