sábado, 14 de enero de 2023

Maldita copa

 Con la autoestima por los suelos y el ego soterrado, me encuentro en la barra de un bar con una copa en la mano y rodeado de gente. Gente que charla, se ríe, se entretiene; y yo absorto a todos ellos como si de un mueble más se tratase, no soy capaz de levantar mi ánimo, mi cara es incapaz de maquillar mi estado y las comisuras de mi boca pesan  una tonelada. Un losa atrapa mi pecho, y todo por la maldita autoestima. No consigo enderezar la línea racional de la lógica humana que me haga ver las cosas como son, tampoco pensar en tí me levanta. Tal vez si estuvieras aquí yo no estaría en este estado, estaría en el otro lado, con la sonrisa y el carácter maquillados como un payaso por el simple hecho de estar cerca de tí pero estaría en lo alto, sublime y feliz como siempre que estamos juntos.

Qué difícil es andar por estos lugares tan pantanosos, llenos de espinas, de cieno, brujos y demonios. Hasta la copa me sobra, bebo con desgana porque nada puede hacerme sentir bien. Me animo a mí mismo y me digo que pronto me recuperaré, aunque lleve tiempo, pero conseguiré levantar mi autoestima. Tú podrías conseguirlo mucho más rápido, pero ese atajo está cerrado, la barrera está echada y no tengo la llave que puede abrirla, aunque a veces me haces creer que sí. Aunque pudiera abrirla, tendría momentos como éste, porque la perfección no está a mi alcance y la cercanía está lejos ahora mismo. Malditos complejos que me ahogan como las gotas de lluvia a las pobres hormigas.

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